Con el programa “Pescando Vida”, Tabasco impulsa el repoblamiento ostrícola, apoya a 400 pescadores y busca superar a Veracruz como líder nacional en producción de ostión.

Con pesca, técnica y política, Tabasco va por el primer lugar en ostión

En la política mexicana, hay ocasiones en que el discurso de transformación se encarna no en promesas abstractas, sino en gestos que, sin estridencias, anuncian una nueva dirección. Este fin de semana, en la Laguna del Carmen, frente al puerto de Sánchez Magallanes, en Tabasco, se vivió uno de esos episodios donde el acto político se conecta con una comunidad que empieza a reconocerse como protagonista de su propio destino.

Con la entrega de tarjetas del programa “Pescando Vida” a 400 pescadoras y pescadores, el gobernador Javier May Rodríguez, puso en marcha una estrategia que articula justicia social, aprovechamiento racional de recursos y fortalecimiento comunitario. No es una acción aislada: es el arranque de un programa que busca hacer del ostión no sólo un producto económico, sino un símbolo de recuperación regional. Y que apuesta por pasar del segundo al primer lugar nacional en producción del molusco.

El acto —con la participación de 200 embarcaciones repoblando bancos ostrícolas con dos mil sacos de conchas— va más allá de lo ceremonial. Representa una forma distinta de hacer política pública: con los pies en la tierra (o en este caso, en el agua), el oído en la gente y la mirada puesta en el mediano plazo. Una estrategia pensada no sólo para corregir rezagos, sino para sembrar posibilidades.

EL DESAFÍO DE ESCALAR UNA VOCACIÓN NATURAL

Hoy, Veracruz lidera la producción nacional de ostión por captura, con más de 13,183 toneladas anuales. Tabasco le sigue con 4,873 toneladas. Superarlo no será sencillo. Pero el enfoque no está puesto sólo en la cantidad, sino en cómo se produce, quién se beneficia y bajo qué condiciones.

Aquí radica el cambio. El programa “Pescando Vida” no gira exclusivamente en torno a las cifras. Es una intervención integral que reconoce la existencia de pescadores históricamente marginados —los llamados “libres”, no organizados en cooperativas— y los incorpora con apoyos mensuales, asesoría técnica y participación directa en la repoblación de los bancos ostrícolas. Se construye así una comunidad productiva basada en el conocimiento local y la sostenibilidad.

PUNTO POR PUNTO: QUÉ IMPLICA “PESCANDO VIDA”

Sinergia institucional: coordinación con “Sembrando Vida”, becas y apoyos educativos.

Apoyo directo: 5 mil pesos mensuales a cada pescador.

Meta: 10 mil beneficiarios antes de 2028.

Repoblamiento activo: 2 mil sacos de conchas en la Laguna del Carmen.

Formación técnica: prácticas sanitarias, cultivo en canastas.

Justicia social: inclusión de pescadores libres, no solo cooperativas.

Conectividad: mejora carretera Paraíso–Sánchez Magallanes.

El gobernador May fue claro: “Se acabó la política que solo generaba desigualdad”. Su intención no es repartir beneficios, sino construir capacidades. Desde esa lógica, se entiende que el programa contemple la meta de alcanzar 10 mil beneficiarios en cuatro años, en paralelo con mejoras de infraestructura como la rehabilitación de la carretera Paraíso–Sánchez Magallanes, clave para movilizar la producción.

EL OSTIÓN COMO POLÍTICA DE ESTADO LOCAL

Que un producto tan modesto como el ostión esté al centro de la política pública regional podría parecer menor. Pero no lo es. En Tabasco, la actividad ostrícola representa mucho más que una fuente de empleo: es una forma de vida, un legado de generaciones, una expresión del vínculo entre la comunidad y su entorno natural.

Al reconocer eso, el gobierno estatal no solo activa una política económica. Reconoce derechos, restituye dignidad y fortalece el tejido social. “Pescando Vida” apuesta por una política que respeta los ciclos de la naturaleza (como la veda reproductiva) y articula la técnica con el saber tradicional. No hay modernización forzada ni imposición de modelos ajenos: hay acompañamiento, diálogo y corresponsabilidad.

En la entrega estuvo acompañado de la secretaria de Desarrollo Agropecuario y Pesca, Luisa Cámara Cabrales y el alcalde de Cárdenas, Euclides Alejandro Alejandro.

En palabras de pescadores como Pragedi Almeida y Rosa María Morales, se trata de un “revivir de la actividad”, de una oportunidad que devuelve esperanza a quienes ya habían abandonado el oficio por falta de condiciones. No es poco en una región donde el rezago ha sido norma y no excepción.

LO SIMBÓLICO, LO TÉCNICO Y LO ESTRUCTURAL

El simbolismo del gobernador embarcado, soltando sacos de conchas al fondo de la laguna, tiene una carga política evidente. Pero también deja ver una convicción: la transformación comienza donde están los problemas, no en las oficinas. La acción concreta es, a la vez, pedagógica y participativa: muestra que sembrar conchas hoy puede significar cosechar ostiones mañana, si se hace en comunidad y con método.

Los técnicos del programa han introducido prácticas como el caleado y secado de conchas para evitar patógenos, así como el uso de canastas para cultivo ordenado. Son innovaciones sencillas pero efectivas, que respetan la lógica local y preparan el terreno para un manejo más profesional de la producción. Lo técnico y lo estructural comienzan a alinearse.


VOCES DE LA LAGUNA

“Antes se sacaba el ostión y la concha se quedaba tirada. Ahora venimos a devolverla al agua.”
Valeriano Alcudia, pescador

“Ya no había ni producción. Hoy hay un revivir de la actividad.”
Pragedi Almeida, beneficiario del programa

“Nunca nos habían echado la mano. Si le echamos ganas, todo se puede.”
Rosa María Morales, pescadora viuda


El reto mayor será sostener este esfuerzo en el tiempo. La producción ostrícola no responde de inmediato: necesita seguimiento, condiciones climáticas favorables y acceso a mercados. Convertir a Tabasco en primer productor nacional implicará mejorar procesos, ampliar capacidades de comercialización y blindar el programa de vaivenes políticos. Pero la base social está sentada y la voluntad política parece firme.

UN MODELO CON VOCACIÓN DE REPLICARSE

La experiencia de Sánchez Magallanes podría convertirse en una referencia para otras regiones del país donde las actividades productivas tradicionales han sido relegadas. Lo importante no es sólo cuánto se produce, sino cómo se vincula esa producción con el bienestar comunitario, la equidad y el respeto ambiental.

El ostión —molusco modesto, pero de alto valor social y económico— puede ser el punto de partida de un nuevo paradigma de desarrollo territorial. Uno donde el protagonismo no lo tengan los megaproyectos ni los intereses corporativos, sino las comunidades organizadas, la sabiduría local y el acompañamiento institucional.

Hoy Tabasco no es aún líder nacional en ostión. Pero ha decidido comenzar a trabajar como si ya lo fuera. Y eso, en tiempos de escepticismo, ya es decir mucho.

Tabasco no ha alcanzado aún el primer lugar en producción de ostión, pero ha activado una ruta clara para lograrlo. Con pesca organizada, técnica aplicada y voluntad política, está sembrando no solo conchas, sino un modelo de desarrollo que pone en el centro a quienes durante décadas quedaron en la orilla. El liderazgo ya no parece una ilusión, sino una posibilidad al alcance del trabajo comunitario.

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