Héctor I. Tapia
Javier May llega a su Primer Informe de Gobierno con una aprobación promedio anual de 52.9 por ciento, de acuerdo con el consolidado de encuestas realizado mes a mes entre enero y noviembre.
La cifra es relevante no tanto por su magnitud, sino por la curva que la sostiene: un arranque sólido, un descenso severo a mitad del año y una recuperación sostenida en el último trimestre.
No es una historia plana, sino una trayectoria compleja, marcada por tensiones y ajustes. Lo que muestra es la capacidad de un gobierno para atravesar una crisis sin quebrarse y, eventualmente, reacomodarse.
Durante los primeros meses de 2025, May capitalizó el impulso inicial que suele acompañar a los primeros tramos de gobierno: cercanía territorial, recorridos constantes, presencia en comunidades y diálogo directo con actores sociales.
El mensaje era claro: un gobierno que observa y decide desde el terreno, no desde un escritorio. En enero, febrero y abril, las mediciones de aprobación se mantuvieron por encima de 55 por ciento, según casas como SRC, Rubrum y FactoMétrica. No era entusiasmo vacío, sino la percepción inicial de un gobierno que había logrado instalar una idea de acompañamiento social y atención directa.
Sin embargo, esa base de confianza experimentó una fractura a partir de mayo. La reaparición de episodios de violencia urbana y la crisis derivada del caso Hernán Bermúdez, ex secretario de Seguridad Pública, expusieron no solo un problema táctico, sino una falla estructural en el aparato de seguridad heredado de administraciones anteriores.
La discusión pública no giró únicamente sobre la figura de un funcionario; lo que se hizo evidente fue la profundidad de la descomposición institucional que seguía latente dentro del Estado. Y la ciudadanía reaccionó con velocidad: la aprobación comenzó a descender.
Entre junio y septiembre, el promedio mensual cayó a niveles cercanos al 46%, el punto más bajo del año. CE Research, que mide desempeño y no popularidad, llegó a ubicar a May en el lugar 31 nacional, con apenas 28% de respaldo.
CRISIS ABIERTA
Ese tramo no fue un desgaste más en el ciclo natural de gobierno. Fue una crisis en sentido pleno: se abrió, se hizo visible y generó incertidumbre respecto a la capacidad de control institucional.
Lo que estaba en juego no era la evaluación de un gabinete, sino la pregunta esencial de cualquier administración: ¿quién tiene el control del territorio? En Tabasco, esa pregunta tiene peso específico.
La memoria colectiva asocia orden con confianza. La percepción de un gobierno que no controla la seguridad puede, en poco tiempo, desencadenar un deterioro político más profundo.
Y, sin embargo, la crisis no se convirtió en colapso. Allí se trazó la línea que separa a los gobiernos que se desmoronan de aquellos que aprenden a recomponerse.
PUNTO DE GIRO
A partir de octubre, las encuestas comenzaron a registrar un movimiento sostenido al alza. No fue inmediato ni espectacular; fue un ascenso gradual. La reconstrucción se dio desde adentro: reordenamiento de mandos, fortalecimiento de la coordinación con la Guardia Nacional y el Ejército, supervisión operativa directa del territorio, mayor presencia de fuerzas estatales y federales en zonas críticas, y una comunicación más sobria y disciplinada.
El mensaje que acompañó este viraje —«no pactamos con la delincuencia»— no fue un golpe retórico, sino una declaración posterior a la crisis, lo que explica su eficacia. Era la certeza de que algo se había entendido y corregido.
La recuperación no se explica únicamente desde la seguridad. Aquí entra la segunda capa de la recomposición: la cercanía territorial. Incluso en los meses de caída, el gobernador mantuvo recorridos, encuentros comunitarios y presencia en colonias y comunidades.
Ese vínculo, aunque silencioso en la conversación pública, ayudó a sostener el suelo político en momentos de desgaste. Es decir: el territorio funcionó como amortiguador.
Para noviembre, el promedio mensual de aprobación alcanzó 61.3%, prácticamente el nivel con el que inició el año. Rubrum, SRC y FactoMétrica registraron incrementos; CE Research dejó de ubicar a Tabasco en los últimos lugares de desempeño. La recuperación no fue resultado de una campaña; fue resultado de una reconstrucción institucional real.
- El primer año de May: el territorio volvió a ser del Estado

- Fátima Bosch sufre ataques en Tailandia y México la abraza

- Tabasco lidera la genética bovina tropical con ejemplares de excelencia

LECTURA DE LAS CIFRAS
Los datos permiten distinguir dos bloques de percepción: Encuestas con base territorial (Rubrum, SRC, FactoMétrica) reflejan adhesión estable, con promedios anuales entre 56% y 66%.
Encuestas con base urbana crítica o técnica (CE Research, Demoscopia Digital, Mitofsky) muestran evaluaciones más exigentes, con promedios entre 42% y 47%.
La diferencia no es contradicción: es una radiografía del estado.
Lo importante es que ambos bloques coinciden en la trayectoria: caída en verano, recuperación a partir de octubre.
Lo que se reconstruyó fue legitimidad, no solo imagen.
LO QUE SIGUE
El Primer Informe de Gobierno no mostrará un año lineal, sino una curva política en movimiento: presencia → fractura → recomposición. La discusión pública no gira en torno a si el gobierno evitó la crisis, sino en torno a cómo la atravesó. La capacidad de recuperación —no la ausencia de tropiezos— define el tamaño de un gobierno.
La pregunta hacia adelante no es si la aprobación puede mantenerse por arriba del 60%.
La pregunta es si el proceso de reconstrucción interna puede consolidarse en el territorio, en la seguridad y en la vida diaria de la población.
Porque gobernar no es nunca un ejercicio estático.
Es sostener, ajustar, corregir y avanzar.
Y en ese sentido, el año de Javier May no muestra un gobierno inmóvil, sino uno que cayó, se sostuvo y volvió a levantarse.
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

