Un general rompió el silencio… y arrastró a Adán al abismo político

El Ejército dijo lo que nadie se atrevía: Bermúdez era crimen, y Adán, su padrino político.

Un general rompió el silencio. Todos querían saber, pero nadie hablaba. Todos guardaban silencio.

En Tabasco, mientras cada mañana dejaba al menos un ejecutado, una extorsión, una familia desplazada o un nuevo rancho asegurado con tomas de huachicol, el nombre de Hernán Bermúdez Requena —el ex secretario de Seguridad Pública— se volvió un tabú que cruzaba todos los pasillos: en los medios, en la Mesa de Seguridad, en los cafés políticos, en el gabinete de Javier May.

Había fugas, asesinatos, colgados. Pero no había responsables. Y eso empezaba a ser más escandaloso que el crimen mismo.

Entre noviembre de 2024 y enero de 2025, la presión social creció. La pregunta ya no era sólo qué hacía “La Barredora”, el grupo criminal más temido del estado, sino quién la encubría. El 23 de diciembre —según revelaría después el general Miguel Ángel López— todos sus líderes se habían reunido… y ninguno tenía orden de aprehensión.

En ese contexto, cada omisión se volvía sospechosa. Cada silencio, cómplice. El gobernador Javier May lo dijo con todas sus letras: “Todos sabían quién comandaba La Barredora”.

Y aún así, nadie lo nombraba.

Hasta que un día, en una palapa abierta con la laguna de las Ilusiones como testigo, con teléfonos retenidos y pantalla encendida, alguien lo hizo: “Hernán Bermúdez tiene orden de aprehensión. Huyó del país el 14 de febrero. Ya lo busca Interpol”, dijo el comandante de la 30ª Zona Militar.

La burbuja reventó. Lo que todos sabían pero nadie decía, por fin tenía voz. Y no fue la del gobernador, ni la de la Fiscalía, ni la de ningún líder político.

Fue la del Ejército.

EL PROTEGIDO DEL SILENCIO

Hernán Bermúdez Requena no era un funcionario menor. Fue jefe de la Policía en Tabasco durante seis años consecutivos. Fue nombrado por Adán Augusto López Hernández el 11 de diciembre de 2019, y ratificado por Carlos Manuel Merino cuando éste asumió la gubernatura interina en 2021.

Durante todo ese tiempo, los informes de inteligencia lo señalaban con claridad. En los documentos filtrados por Guacamaya Leaks, el Ejército ya lo identificaba como el “Comandante H”, líder operativo de “La Barredora”, una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación con control territorial en al menos cinco municipios tabasqueños.

Lo sabían los militares. Lo sabían los mandos. Lo sabían los alcaldes. Pero nunca hubo una sola investigación oficial. La Fiscalía no actuó. El Congreso guardó silencio. La estructura del Estado, en lugar de aislarlo, lo blindó.

¿Por qué? Porque su presencia —según admiten hoy voces del gabinete— garantizaba una falsa estabilidad. Era un operador de la “gobernabilidad sin ley”: no combatía el crimen, lo administraba. Y mientras los equilibrios criminales se mantuvieran contenidos, Bermúdez era funcional.

Pero en 2024, esa ecuación se rompió: la violencia se desbordó, los homicidios dolosos se dispararon 252 por ciento en un año y la percepción de seguridad se desplomó. Tabasco dejó de contener el caos. El pacto no funcionaba más.

Y entonces, lo que era protección se volvió carga.

Y esa carga tiene nombre: Adán Augusto López, quien lo nombró, lo sostuvo y hoy calla. No lo defiende, no lo niega. Sólo espera que el silencio lo salve otra vez.

CUANDO EL EJÉRCITO HABLA

La presión venía en aumento. En las colonias, en los chats de WhatsApp, en las redacciones de medios locales, el nombre de Hernán Bermúdez comenzaba a repetirse. No había declaración oficial, pero todo Tabasco murmuraba. Mientras los delitos aumentaban —balaceras, extorsiones, homicidios múltiples—, la ciudadanía se preguntaba por qué nadie decía nada.

Fue el Ejército el que rompió el cerco.

La mañana del jueves 11 de julio de 2025, en la Casa de la Laguna en Villahermosa, el general Miguel Ángel López, comandante de la 30ª Zona Militar, habló con claridad frente a periodistas y funcionarios:

“El ex secretario de Seguridad Pública, Hernán Bermúdez Requena, ya tiene orden de aprehensión. Se fugó el 14 de febrero, desde Mérida, rumbo a Panamá, España y Brasil. Sabíamos que era parte del grupo delictivo La Barredora. Ya hay órdenes contra todos los jefes de esa organización”.

Después, en entrevista con Radio Fórmula, el general fue más allá:

“Ese modelo delincuencial permitió que continuara la impunidad. Las estructuras de seguridad fueron abandonadas… porque así les convenía”.

Fue una revelación institucional. No fue filtración política ni guerra mediática. Fue el Ejército hablando en nombre del Estado. Y el mensaje no era solo para la prensa: era para el viejo régimen que sostenía ese silencio.

Por eso impactó tanto. Porque no fue May, ni la Fiscalía, ni Claudia Sheinbaum quienes lo dijeron primero. Fue el general. Y lo dijo con voz militar.

El silencio, al fin, se rompía.

CUANDO LA BOMBA ESTALLA EN EL ESCRITORIO DE CLAUDIA

El general habló. Y con ello, una bomba política estalló. Pero no fue en Palacio de Gobierno. Ni en la Fiscalía. Ni en el Congreso local. Estalló en el escritorio de la Presidenta.

Hasta ese momento, la estrategia de la 4T había sido la contención. Adán Augusto López, coordinador del Senado y ex gobernador de Tabasco, guardaba silencio. No hubo deslinde. No hubo defensa. Solo una frase genérica días después:

“Estoy a disposición de cualquier autoridad que me requiera”.

Tarde. Porque la ficha roja ya circulaba en más de 190 países. Porque el General Miguel Ángel López ya había dicho que Bermúdez “comandaba una célula criminal”. Porque el Gobernador Javier May ya había responsabilizado públicamente a su antecesor.

Y porque el Ejército ya había lanzado el mensaje: el pacto no escrito de protección se acabó.

En Palacio Nacional, Claudia Sheinbaum enfrentó su primera prueba moral: ¿dejar caer a Adán o blindarlo?. Protegerlo sería incendiar su narrativa de “cero impunidad” en el arranque del sexenio. Abandonarlo implicaría romper con la vieja guardia obradorista que la impulsó.

Pero había algo más: el modelo de poder vertical que Adán construyó en Tabasco —gobierno, seguridad, justicia, medios— colapsó. El crimen organizado había sido tolerado y administrado. Bermúdez no era un infiltrado. Era el sistema.

Y ese sistema, ahora, le estalla a Morena en la cara.

El dilema no es legal. Es político. ¿Puede un gobierno que persigue a García Luna guardar silencio sobre su propio “García Luna tabasqueño”?

LA FRACTURA Y LO QUE SIGUE

Este domingo se reúne el Consejo Nacional de Morena. Será la primera vez que Adán Augusto López se presente —o no— ante la estructura formal de su partido desde que estalló el caso Bermúdez. ¿Habrá aplausos o silencio incómodo? ¿Ovación o abucheo?

La respuesta definirá algo más profundo: si Morena puede o no sobrevivir a su propio pasado.

Adán acumuló poder como pocos: fue gobernador, secretario de Gobernación, negociador estrella de AMLO, “hermano del Presidente”. Y, sin embargo, hoy está solo. Claudia Sheinbaum no lo respalda. El Ejército rompió con él. Su bancada no lo defiende.

Lo que antes fue su fuerza —la proximidad con López Obrador— ahora es su lastre. Heredó una estructura que en Tabasco está bajo sospecha de haber protegido al crimen. Y su silencio no lo ha salvado, sino que lo ha aislado.

En contraste, Claudia Sheinbaum y Javier May capitalizan. May deslindó su gobierno desde noviembre. Claudia permite que las instituciones hablen: el Ejército, la Fiscalía, el Gabinete de Seguridad. Y con ello, reconstruye legitimidad sin mancharse las manos.

La presidenta gana autoridad. Morena se redefine. Y Adán… es el costo de la limpieza.

Quizá lo más grave no es lo que Adán hizo, sino lo que permitió. La historia dirá si fue un operador eficaz… o solo un hombre que dejó que Tabasco se le pudriera entre las manos.

¿Y si el silencio de Adán ya no es blindaje, sino sentencia?
Mañana, el Consejo Nacional de Morena será algo más que un evento de partido: será un termómetro. ¿Podrá Adán Augusto aparecer sin reclamos? ¿Aún controla la estructura o también la perdió? ¿El operador político que tejía alianzas al más alto nivel será recibido con aplausos o con ausencias incómodas?

La política no se mide sólo en cargos. También en ausencias.
Y Adán, que supo jugar con el poder, parece no haber previsto el momento en que el poder jugaría contra él.

Si algo rompió el general Miguel Ángel López no fue solo el silencio. Fue una cadena de impunidades que hoy amenaza con arrastrar al propio Morena.

Porque cuando la verdad llega por voz de un general,
el silencio deja de ser estrategia… y se convierte en culpabilidad.

Ningún general hace política. Pero sí puede restaurar la verdad.
El silencio institucional que rodeó a Hernán Bermúdez no fue ignorancia: fue complicidad. Y cuando las palabras del general Miguel Ángel López reventaron la burbuja del pacto, no sólo se reveló una verdad enterrada, sino que se quebró un modelo de poder construido sobre omisiones.

El Ejército no denunció a Bermúdez: denunció al sistema que lo protegió. Y con ello puso en jaque a quien lo sostuvo.

Claudia Sheinbaum no diseñó ese sistema. Pero ahora le toca desmontarlo.

La presidenta Sheinbaum y el gobernador May inauguran área de hemodiálisis del IMSS Bienestar en Tabasco.


UN SILENCIO QUE GRITA

La mañana del sábado, en Villahermosa, Claudia Sheinbaum regresó a Tabasco, la tierra de López Obrador… y de Adán Augusto. Pero el hoy senador tampoco apareció.

La presidenta inauguró una obra del IMSS-Bienestar y anunció inversiones por más de 2 mil millones de pesos en salud. Habló de paz, de coordinación, de un segundo piso de la 4T que marcha “requetebién”. Incluso dijo, entre aplausos: “Soy tabasqueña, ya me adoptaron”.

A su lado, Javier May fue claro: “Hay rumbo, hay autoridad. Vamos a devolver la paz a Tabasco”. El mensaje era inequívoco.

Pero cuando se le preguntó a Sheinbaum si había hablado con el gobernador sobre Hernán Bermúdez, la presidenta no respondió. Bajó el vidrio, sonrió, y dijo apenas: “Gracias, gracias”.

A veces, el silencio también grita.
Y esta vez, grita por quien no estuvo.

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