Entrevista literaria al filósofo español Francesc Torralba; aborda vulnerabilidad, educación y el honor que la UJAT le otorgará el 26 de mayo. Una conversación para pensar el trópico y abrir Tabasco al mundo.

Doctor Honoris Causa: la UJAT abre sus puertas al mundo con el pensamiento de Francesc Torralba

El próximo lunes 26 de mayo de 2025, a las 18:00 horas, en el Teatro Universitario de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), la humedad del trópico mezclará su aliento con el mar de la filosofía europea.

Ese día, la máxima casa de estudios tabasqueña conferirá el Doctorado Honoris Causa al barcelonés Francesc Torralba Roselló, autor prolífico, conferencista en cuatro continentes y defensor tenaz de la ética de la alteridad. Con la investidura la UJAT confirma que “Tabasco se abre al mundo”: la corriente del Grijalva se torna cauce universal.

Publicamos esta entrevista —realizada originalmente por Sagrario Chávez Arreola y Ramón Díaz Olguín y aparecida en 2021 en la revista de filosofía Open Insight—, reescrita para el lector choco, en homenaje (y anticipo de bienvenida) a quien pronto pisará nuestro escenario con la misma naturalidad con que pisa el aula. Un diálogo de largo aliento que navega por la espiral de su pensamiento, la fractura digital de la escuela, la esperanza pospandemia y la amistad inevitable entre selva y razón.

PENSAR EN ESPIRAL

—¿Cómo ha evolucionado su pensamiento en tres décadas?
La trayectoria no es carretera recta sino espiral: cada giro vuelve a las preguntas ¿quiénes somos? y ¿cómo debemos vivir?, pero con nuevo paisaje. Es como subir una Pirámide en círculos: la meta es la misma, la vista cambia.

—¿Qué fuentes nutren esa espiral?
Beberé siempre de Søren Kierkegaard y Edith Stein. De ambos destilo una antropología de la vulnerabilidad y una ética de la alteridad. Si algo define mi obra es la certeza de que ser ético es no pasar de largo ante la herida ajena.


Francesc Torralba: el filósofo que convierte la vulnerabilidad en una forma de sabiduría

Francesc Torralba Roselló nació en Barcelona en 1967 y desde entonces ha cultivado, con la disciplina de un jardinero y el alma de un maestro, el raro arte de pensar con los pies en la tierra y la mirada hacia lo invisible. Filósofo, teólogo, pedagogo y escritor incansable, ha publicado más de cien libros, pero no presume de cifras: prefiere definirse como profesor, con el pudor honesto de quien sabe que enseñar no es transmitir información, sino encender una conciencia.

Su pensamiento, de raíz humanista, se ha nutrido de fuentes profundas: la interioridad apasionada de Kierkegaard, la lucidez mística de Edith Stein, la ética de la responsabilidad de Emmanuel Lévinas. Pero no se encierra en altares filosóficos; se sienta también a la mesa de lo cotidiano. Reflexiona sobre la vulnerabilidad, el silencio, la humildad, la muerte, la escucha: esos temas que la modernidad suele dejar en la orilla por no saber qué hacer con ellos.

Hoy, cuando la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco se prepara para entregarle el Doctorado Honoris Causa, su presencia en el trópico mexicano confirma que la filosofía no pertenece a ningún centro cerrado, sino que es puente. Su obra nos recuerda que incluso en medio de la velocidad, la saturación y el ruido, aún se puede educar para la dignidad, el diálogo y la ternura.

Francesc Torralba no viene a ofrecernos respuestas fáciles, sino a compartir preguntas bien hechas. Viene a escucharnos. Y eso, en este tiempo, ya es una forma de sabiduría.

Torralba no solo habla de cuidado; lo ejerce. Su lenguaje, sereno pero firme, tiene la rara virtud de tocar lo esencial sin adornos innecesarios. Cuando escribe, lo hace como quien conversa a la sombra de un árbol; cuando da clases, respeta el silencio del otro tanto como sus propias palabras.

En enero de 2023, visitó México para participar en la Universidad de Monterrey como conferencista invitado. Allí abordó uno de sus temas más urgentes: el cuidado como respuesta ética ante un mundo quebrado por la pandemia, la desigualdad y la indiferencia. Sin solemnidades, recordó que cuidar es estar disponible, mirar al otro sin prisa, acompañarlo sin dominarlo. Y que sin ese gesto fundamental no hay comunidad posible.

Además de su intensa labor docente y editorial, dirige la Cátedra Ethos de Ética Aplicada en la Universidad Ramon Llull, participa en comités de bioética y colabora con proyectos sociales. No se limita a pensar: piensa para servir. Es una figura que combina profundidad y accesibilidad, rigor y compasión, fe y crítica.


—¿Por qué situar la vulnerabilidad en el corazón del debate?
Porque el dolor es espejo democrático. La sociedad lo disimula con filtros, pero la filosofía lo mira de frente. Sin esa grieta, la ética se vuelve sermón de yeso.

—¿La pandemia confirmó esa idea?
La COVID mostró cuán frágil es la armadura tecnológica. Mundo volátil lo llamé: un viento que tumba estatuas de certezas. Allí insistí en vivir en lo esencial y aprendí que la compasión no conoce frontera.

AULA Y SELVA

—Se autodefine profesor antes que escritor.
La pizarra es mi patria. Mi lugar natural es el pulso entre tiza y mirada. Hoy sobran pantallas y faltan silencios; la clase se parece a un feed infinito. Mi misión es rescatar el diálogo y la pausa. La vieja Bildung alemana exige tiempo, escucha y riesgo.

—Ha alertado sobre la “tecno-dependencia” de los jóvenes.
El gadget es útil, pero se torna jaula. Veo cuerpos adosados al celular, con carencias en comunicación oral y empatía. El desafío es balancear innovación y raíces: que la tableta complemente, no reemplace, la conversación bajo la ceiba.

—¿Qué rol juega la familia en esa ecuación?
El niño no es un proyecto parental sino obra de arte propia. Cuando la escuela predica equidad y la casa practica desigualdad, el tejido moral se deshila. Necesitamos comunidades de diálogo para coser valores comunes.

MÉTODO VIVO

—Usted practica la fenomenología pero dialoga con los “maestros de la sospecha”.
Investigar es poner entre paréntesis prejuicios y cruzar espadas con Marx, Nietzsche o Freud. Dialogar solo con afines adormece; la disidencia afila la navaja intelectual.

Bibliografía esencial de Francesc Torralba

  • Poética de la libertad (Caparrós, 1998)
  • Rostro y sentido de la acción educativa (Edebé, 2001)
  • ¿Qué es la dignidad humana? (Herder, 2005)
  • El arte de saber escuchar (Milenio, 2007)
  • Cien valores para una vida plena (Milenio, 2009)
  • La paciencia (Milenio, 2009)
  • El sentido de la vida (Ceac, 2011)
  • La ética como angustia (Proteus, 2013)
  • Inteligencia espiritual (Plataforma, 2013)
  • Correr para pensar y sentir (Lectio, 2015)
  • Mundo volátil (Kairós, 2018)
  • Formar personas. La teología de la educación de Edith Stein (BAC, 2020)
  • Vivir en lo esencial (Plataforma, 2020)
  • La humildad (San Pablo, 2021)
  • No hay palabras. Asumir la muerte de un hijo (Fragmenta, 2023)

—¿Cómo traduce eso al aula?
Uso el método mayéutico: no doy respuestas empaquetadas, provoco preguntas motor. A veces proyecto un meme y pregunto: “¿qué valores oculta?”. La filosofía no muere; solo cambia de ropa.

DESAFÍOS POST-PANDEMIA

—Se habla de una “generación confinada”. ¿Qué retos educativos ve?
Dos urgencias: 1) cerrar la brecha de desigualdad ampliada por la crisis; 2) reavivar el entusiasmo juvenil. El aula no debe ser cloaca de desencanto, sino taller de esperanza crítica. Necesitamos jóvenes capaces de cuestionar el algoritmo y plantar un árbol al mismo tiempo.

—¿Cómo lograrlo sin caer en utopías vacías?
Con pedagogía del asombro. Leer a Platón, hackear la propia red social, sembrar hortalizas en la azotea escolar. Cada experiencia conecta neurona y raíz.

CORAZÓN DOCENTE

—Ha escrito que la experiencia otorga auctoritas.
Sí: ningún título suple haber caminado la noche con fiebre de un hijo. Santa Teresa decía: “No hablaré de nada que no haya experimentado”. El maestro sin experiencia predica de oídas; el que ha sentido el barro puede guiar sin dogmatismo.

—¿Algún consejo para docentes tabasqueños agobiados por la burocracia?
Recordar que educar es sembrar esperanza; la cosecha tal vez la vea otro. Y cultivar la propia curiosidad: un maestro que no pregunta se marchita.

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