CARACAS, VENEZUELA.— Caracas amaneció otra vez bajo el peso de la amenaza. Nicolás Maduro denunció que ocho barcos militares de Estados Unidos, un submarino y mil 200 misiles apuntan hacia su país. En su mensaje, el mandatario no escatimó dramatismo: “Venezuela enfrenta la más grande amenaza en 100 años”, dijo ante la prensa en Miraflores.
La reacción llega tras el anuncio de la administración de Donald Trump de desplegar fuerzas en aguas del Caribe para una operación antidrogas. Para Caracas, no es un operativo técnico, sino la confirmación de una política de asedio que combina acusaciones judiciales, recompensa millonaria y exhibición de músculo militar.
Maduro elevó el tono al calificar el despliegue de “amenaza inmoral y criminal”, un lenguaje que busca reforzar la narrativa de resistencia frente a lo que describe como “chantajes”.
Con un gobierno sancionado, aislado y con comunicación cortada con Washington, la estrategia de Caracas se centra en trasladar la disputa al terreno internacional y en presentarse como víctima de una agresión imperial.
Lo noticioso es el despliegue militar. Lo político, la lectura: Maduro convierte cada movimiento de Washington en evidencia de su tesis de “máxima presión”. Y, ante eso, responde con su propia consigna: “máxima preparación para la defensa de Venezuela”.
El presidente Nicolás Maduro advirtió que Venezuela enfrenta “la más grande amenaza que se haya visto en nuestro continente en los últimos 100 años”, al denunciar la presencia de ocho barcos militares con 1200 misiles y un submarino nuclear que apuntan hacia el país.
— Darvinson Rojas Sánchez (@DarvinsonRojas) September 1, 2025
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MOVILIZACIÓN MILITAR A DOS ORILLAS
El martes 26 de agosto, el choque escaló un peldaño más. Venezuela desplegó drones y patrullas navales en el lago de Maracaibo y en el golfo de Venezuela. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino, detalló operativos con infantería de marina, puntos de vigilancia y recorridos fluviales.
En paralelo, Washington reforzó su presencia con tres destructores lanzamisiles y 4 mil marines, a los que luego sumó dos barcos adicionales. El tablero se llena de piezas y la frontera marítima se convierte en escenario de una partida de ajedrez peligrosa.
El gobierno bolivariano movilizó además 15 mil efectivos hacia la frontera con Colombia, también bajo el argumento de “operaciones antidrogas”. La frontera colombo-venezolana, históricamente permeable al contrabando y a los grupos armados, se coloca otra vez en el foco.
La simultaneidad no es casual: Venezuela intenta mostrar que tiene capacidad de respuesta no solo en el mar Caribe, sino también en tierra, donde percibe el riesgo de operaciones encubiertas o infiltraciones.
EL FACTOR NARCOTRÁFICO
La narrativa estadounidense se apoya en una acusación central: Maduro, según Washington, lidera un “cártel del narcotráfico”. A ese señalamiento se suma la recompensa de 50 millones de dólares por información que lleve a su captura.
Maduro rechaza las acusaciones como parte de un guion para justificar la presión militar y abrió el registro para sumar voluntarios a las fuerzas armadas. “Ellos quieren avanzar con máxima presión militar. Nosotros respondemos con máxima preparación”, insistió.
Aquí aparece la dimensión política: Estados Unidos busca minar la legitimidad del gobierno venezolano asociándolo con el narcotráfico, mientras Maduro intenta presentarse como baluarte soberano frente a la injerencia extranjera. Cada parte se aferra a su relato, y el choque amenaza con desbordar lo discursivo.
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EL AJEDREZ DIPLOMÁTICO
Caracas llevó el caso a Naciones Unidas para exigir “el cese inmediato del despliegue militar estadounidense en el Caribe”. Aunque difícilmente logre una resolución vinculante, el movimiento sirve para internacionalizar la disputa y buscar aliados en foros multilaterales.
La estrategia de Maduro es doble: consolidar su base interna con un discurso de resistencia nacionalista y buscar apoyo externo en bloques como Rusia, China o países no alineados. Washington, por su parte, combina presión judicial, económica y militar, en un esquema de cerco integral.
El Caribe, tradicionalmente escenario de comercio y turismo, se convierte así en espacio de tensión geopolítica. Y Venezuela, sumida en crisis económica y aislamiento diplomático, apuesta a que la amenaza externa refuerce la cohesión interna.
La pregunta de fondo es cuánto de este juego es disuasión y cuánto puede escalar a un incidente armado. En la narrativa de Maduro, cada buque estadounidense que se acerca valida su discurso. En la narrativa de Washington, cada despliegue confirma su compromiso contra el narcotráfico. En el medio, queda la región, atrapada en una disputa que recuerda los ecos más tensos de la Guerra Fría.
PUNTO POR PUNTO | EL CHOQUE CARIBEÑO
- Maduro denuncia: ocho barcos, un submarino y 1,200 misiles de EE.UU.
- Washington responde: despliegue antinarcóticos con destructores y 4,000 marines.
- Venezuela moviliza: drones, patrullas navales y 15,000 efectivos en frontera con Colombia.
- Acusación central: EE.UU. ofrece 50 millones por Maduro, lo vincula al narcotráfico.
- Escenario internacional: Caracas exige en la ONU el cese del despliegue militar.
Fuente: Gobierno de Venezuela / Departamento de Estado de EE.UU.
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