La salida del general Francisco Morán González como comandante de la 30 Zona Militar en Tabasco refleja la necesidad de ajustes en el manejo de la seguridad en el estado. Los rumores de presuntas complicidades con grupos delictivos, sumados a la percepción de una estrategia fallida en la contención de la violencia, lo han colocado en el centro de la controversia. Sin embargo, para abordar este tema con seriedad es imprescindible separar los hechos de las percepciones y los intereses políticos.
Desde el 1 de febrero de 2023, cuando asumió el cargo, Morán González fue la cabeza visible en la Mesa de Seguridad, donde se diseñan y supervisan las estrategias contra el crimen.
Su rol no era solo militar; implicaba también una coordinación estrecha con otras dependencias estatales, como la Secretaría de Seguridad Pública, entonces encabezada por Hernán Bermúdez Requena y posteriormente por el general Víctor Hugo Chávez Martínez. En sus apariciones públicas, el general reiteraba que Tabasco no era territorio de cárteles nacionales, sino de bandas locales. Una afirmación que hoy resulta cuestionable.
Su salida se dio el 31 de enero de 2025. Durante su gestión, el estado acumuló 892 homicidios entre el 1 de enero de 2023 y el 30 de septiembre de 2024. Los diques se habían roto por completo: en los últimos 137 días de su permanencia, se registraron 357 muertes adicionales, lo que hace que el acumulado suba a 1,029 homicidios, evidenciando un deterioro acelerado en las condiciones de seguridad.
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La presencia de mantas y mensajes de supuestos grupos criminales, así como la violencia persistente en el estado, han sembrado dudas sobre la efectividad de sus acciones. Aunque Morán rechazó categóricamente cualquier acusación de colusión, calificándolas de calumnias provenientes de “cobardes”, es claro que estos cuestionamientos erosionaron la confianza en su gestión. En sus propias palabras: “No le voy a dar voz a un cobarde”. No obstante, esa defensa vehemente no logró disipar las dudas.
LOS FACTORES INTERNOS Y EXTERNOS EN JUEGO
La salida del general Morán González es el segundo ajuste de alto nivel en menos de tres meses en la estructura de seguridad del estado. Previamente, el 4 de noviembre de 2024, el general Ignacio Murillo Rodríguez asumió el cargo de coordinador estatal de la Guardia Nacional (GN), relevando al inspector general, coronel Alfredo Álvarez Rojas, quien se mantenía como encargado de la corporación. Estos movimientos responden a una serie de reuniones y acuerdos alcanzados al más alto nivel.
El pasado 30 de octubre, el gobernador Javier May Rodríguez, acompañado por el titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) en Tabasco, Víctor Hugo Chávez Martínez, visitó al secretario de Seguridad del gobierno federal, Omar García Harfuch, en la Ciudad de México. Durante el encuentro, se pactó una mayor colaboración entre las instancias federales y estatales para recobrar la paz en el estado.
“Nos reunimos en CDMX con Omar García Harfuch, titular de la SSPC México, con quien mantenemos plena coordinación y fortalecemos estrategias para devolver la tranquilidad a nuestro pueblo de Tabasco”, escribió May Rodríguez en su cuenta de X.
El secretario de Gobierno de Tabasco, José Ramiro López Obrador, ha negado que la salida de Morán haya sido producto de presiones políticas o de un descontento con su desempeño. Según López Obrador, el cambio obedece a las rotaciones regulares dentro del Ejército Mexicano.
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Aún así, es difícil ignorar el contexto en el que se produce este relevo. La tensión acumulada por los mensajes criminales, las críticas de diversos sectores y los incidentes de violencia han generado un ambiente de desconfianza hacia las instituciones encargadas de la seguridad.
Es importante destacar que los relevos en altos mandos militares suelen ser operaciones logísticas cuidadosamente programadas. Sin embargo, la percepción de que este cambio responde a una estrategia urgente por corregir el rumbo en seguridad no es casual.
La Operación #EnjambreTabasco, citada en algunos medios como detonante de esta decisión, refuerza la impresión de que la salida de Morán es más que un simple procedimiento rutinario.
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En este contexto, también se produjo el relevo del responsable de la Guardia Nacional en Tabasco. El pasado 4 de noviembre de 2024, Ignacio Murillo Rodríguez asumía como nuevo coordinador de la corporación, en medio de una escalada de violencia. Estos cambios, consecutivos y en las principales instancias de seguridad, no pueden ser ignorados.
MORÁN Y LA CRISIS DE CONFIANZA
La confianza de la ciudadanía en las instituciones de seguridad es uno de los pilares fundamentales para la estabilidad de cualquier región. El general Morán, en su calidad de jefe militar, estaba llamado a ser un garante de esa confianza.
Sin embargo, la falta de resultados tangibles en la reducción de los niveles de violencia y la contradicción entre sus declaraciones y la realidad percibida erosionaron esa legitimidad.
Aquí radica uno de los dilemas más complejos en el combate al crimen organizado: cuando las estrategias de seguridad fracasan o son percibidas como ineficaces, las acusaciones de complicidad no tardan en aparecer. Es un círculo vicioso que afecta tanto a los actores responsables como a las instituciones en su conjunto.
EL PAPEL DEL NUEVO COMANDANTE
Con la llegada del general Miguel Ángel López Martínez, la expectativa es que se fortalezcan los operativos y se reestructuren las estrategias de seguridad en Tabasco. López Martínez hereda una situación compleja, marcada por la desconfianza pública y los desafíos que representa una criminalidad con profundas raíces locales y posibles vínculos externos.
¿Será posible romper la inercia de la inseguridad? Para lograrlo, el nuevo mando militar deberá no solo implementar operativos más contundentes, sino también reconstruir la confianza en las instituciones a través de una mayor transparencia y una comunicación efectiva con la ciudadanía.
La salida del general Francisco Morán González es un recordatorio de las dificultades que enfrentan los mandos militares en un contexto de alta complejidad criminal y política.
La seguridad en Tabasco no es una tarea exclusiva del Ejército ni de las fuerzas estatales; es un esfuerzo conjunto que requiere coordinación, recursos y compromiso de todas las partes. En el centro de este reto se encuentra la necesidad de recuperar la confianza pública, sin la cual cualquier estrategia de seguridad estará condenada al fracaso.
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